Hay veces en que uno se siente paseando por el tiempo como por los recovecos de una mousse. Es el tiempo en mayúsculas, el tiempo de toda la historia de la humanidad. La última vez que me pasó fue delante de un objeto que multiplicaba mi edad por miles de años.
Estaba ante el dibujo de un arquero desnudo y de un toro que apenas se veía ya. Sí, frente a unas pinturas rupestres, como las que estudiamos en los libros quedándonos fríos como las barandillas en invierno, me convertí en un hombre del neolítico que dibujaba animales mucho mejor que yo.
Me envolvía un intenso olor a pino, del de verdad, y los dibujos quedaban fijados para una posteridad que no podía alcanzar a imaginar, en una roca rojiza, con recovecos muy parecidos a los que quedan al descubierto al introducir una cuchara en una mousse.
Ante el irrefrenable deseo de dejar huella, aunque fuera menos duradera, usamos los trozos de corteza que cubrían el suelo para dejar un mensaje.
Fue en el Pinar de Rodeno, muy cerca de Albarracín, otro lugar para viajar en el tiempo desde Teruel (que sí que existe).
¡Qué bonito!
si, muy bonito, te quedas con ganas de ver un poquito mas de esta zona !