Etapa 1: Marrakech y Essaouira
Laberíntica y encantadora por igual, Marrakech nos embruja desde el segundo que la pisamos. El sonido bullicioso de su enorme Zoco, con comerciantes que te invitan a regatear y la música de los artistas callejeros, junto con personajes variopintos alrededor de la medina, te aseguran aventuras por vivir de día y de noche.
Pero no todo es “locura” esta ciudad, la interesante escuela coránica, la mezquita Koutoubia y un montón de rincones llenos de historia y de vida diferente, hacen que estemos deseando recorrer esta ciudad en nuestro viajito por Marruecos.
Essaouira, es conocida como la perla del Atlántico y, a los pies del gran Atlas, es una mezcla entre la tranquilidad de su ambiente y el ajetreo de sus barcas de pesca. Contrastes entre la vida tradicional, con sus talleres de artesanía y las playas que atraen a surferos del mundo con la llamada de los vientos alíseos. Este pequeño lugar nos enseña…otra cara de Marruecos.
Etapa 2: de camino al desierto
El camino hasta el desierto no es corto, pero ¡WOW, merece bien la pena!
Por un lado, el paso de carretera Tizi n Tichka, el más alto del norte de África. Una carretera que serpentea mirando al atlas, y que lejos de marearte, te deja perplej@ en cada con curva con sus paisajes. Y continuamos por la ruta 66 de Marruecos, la ruta de las mil kasbahs, un recorrido que te deja con la boca abierta, DESDE kasbahs declaradas patrimonio de la humanidad como Ait Ben Haddou, y escenarios de cine que han servido en pelis como Gladiator o la mismísima Juego de Tronos. Hasta paisajes naturales que no esperas ver en una zona tan árida, como kilométricos valles verdes de palmeras o las gigantescas gargantas del Todra.
Etapa 3: viviendo el desierto
Pisar el desierto es también pisar Rissani, una ciudad adaptada a la forma de vida de la gente que vive de acá para allá entre las impresionantes dunas de Erg Chebbi (“mar de dunas”) con las costumbres del desierto y la vida más “urbana”. Visitaremos (no abre todos los días) el zoco de Rissani, burros por todos lados, mercado de animales de granja y especias de mil colores, lo hacen una parada obligada para entender el estilo de vida del que estamos hablando.
En esta ocasión, la otra cara del desierto, la vamos a ver con los ojos de las familias que viven cerca de Rissani, con sus kasbahs tan reales como poco conocidas.
Y de aquí… a uno de los platos fuertes de este viaje, el desierto del Sáhara. Dunas de cine, un desierto de fósiles, las piedras de donde se saca el khol, y la zona nómada a la que pocos pueden llegar, pero que nuestro amigo Mustafa lo hace posible…
Se pueden usar mil palabras para hablar de la emoción que recorre tu cuerpo al sentir la arena del desierto, o al mirar las estrellas en un lugar como este, pero sin duda, nada comparable a sentirlo.