Zermatt, Suiza. Es octubre y el día ha empezado a las 7 de la mañana con frío y a 1500 metros de altura. Nuestro objetivo es Gornegrat, a 3200 m. Los 6 excursionistas comenzamos la ascensión con abrigo, gorro, guantes y bufanda, pero el calor del ejercicio y el incipiente sol nos animan a quitarnos capas poco a poco.

La ascensión ayuda a estrechar lazos: conversación, risas y resoplidos. A mitad de travesía, parada para almorzar chocolate suizo o jamón español, y vuelta al camino. Algunos nos despistamos un poco y acabamos escalando monte a través. Las cabras montesas miran ninguneando la hazaña.

A lo largo de todo el camino hemos tenido un gran acompañante, un hermano mayor: el Cervino, Matterhorn o Cervin. El día es especialmente claro y su silueta se recorta frente al cielo despejado. Esta foto es la instantánea de ese día: diversión y grandioso paisaje.

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Monte Cervino

El camino lo hemos hecho absolutamente solos, pero un tren cremallera y un centro comercial a 100 m. de la cima rompen un poco la magia de la montaña: la cima está llena de turistas. Orgullosos en cualquier  caso, damos cuenta de nuestras últimas provisiones y emprendemos la vuelta… en el tren de cremallera.

He elegido este instante porque recuerdo con satisfacción como la montaña renovó mi ánimo y consiguió que olvidara el nefasto día anterior. En el tren dejé atrás mis malos humos y la montaña me infundió energías para afrontar el nuevo curso.

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